La imagen de Colombia a nivel internacional se encuentra estrechamente asociada a problemas como el narcotráfico y la violencia producida por el narcoterrorismo. Usualmente se deja de lado la otra cara de la moneda, a saber que existe un problema de consumo interno que afecta a decenas de miles de personas, que destruye familias y contribuye en una medida muy importante a la desestabilización general del país, Por razones de orden político esta situación es ignorada y, a veces, ocultada.
Desde tiempos inmemoriales los indígenas colombianos han ingerido sustancias que modifican los estados de ánimo y la percepción. Pero este fenómeno antropológico, intensamente ritualizado y con un estricto control social, no tiene nada que ver con los problemas que genera el consumo de cocaína, basuco, alcohol, marihuana, pegantes y alucinógenos en la mayoría de las ciudades colombianas. Este libro se centra en la presentación de datos y en la interpretación del que, cuando y porque los colombianos consumimos sustancias psicoactivas, en tal variedad y en tales cantidades.
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