Porque se ha abusado de ellas de una manera absurda. Para muchos expertos, los ansiolíticos son las sustancias adictivas más comunes, y sólo hasta hace pocos años su venta era libre. Todavía es muy normal que en cualquier botiquín casero se encuentren profusamente estos medicamentos, que las personas se autoadministran sin ningún control ante el menor insomnio o situación de ansiedad. Se ha llegado incluso al extremo de administrar -infortunadamente en ocasiones con aprobación médica- barbitúricos y ansiolíticos a bebés que lloran o de alguna manera “molestan” a sus padres. Lo sorprendente es que la sociedad no ignora que se trata de productos peligrosos, y que se sabe que la mayor cantidad de suicidios y de muertes accidentales por el empleo de medicamentos se relaciona directamente con ellos.
El empleo de estos medicamentos para “resolver problemas” no deja de ser totalmente artificial, y así mismo lo es el sueño al que inducen: no es un sueño normal, por lo cual las personas que ingieren barbitúricos o ansiolíticos para dormir suelen quejarse, al despertar, de sentirse cansadas e irritables. Por ello sólo deben emplearse con propósitos médicos bien definidos.
Evidentemente. Cuando se los deja de tomar abruptamente se produce agitación, gran ansiedad, insomnio, convulsiones, fenómenos delirantes e incluso la muerte. Las personas que consultan por este tipo de consumo deben tener supervisión médica.
Contrariamente a lo que ocurre con otras sustancias, el consumidor crónico tiende a “doparse” hasta la intoxicación total; muchos se muestran obstinados, agresivos y confusos, y presentan un deterioro emocional y social semejante al de los alcohólicos crónicos, pero con altibajos de humor que no aparecen en estos últimos.
El síndrome de abstinencia es peor que en el caso de la heroína, aun cuando en las primeras horas el sujeto parece recuperarse; luego aparece temblor en las manos y el rostro, las reacciones musculares ante los estímulos son exageradas, la temperatura y el pulso se aumentan, al tiempo que la presión disminuye. Siguen convulsiones y la persona puede morir si no es atendida de urgencia.
Pasada esta fase surge un período psicótico, con alucinaciones, ideas extrañas, afecto incongruente y delirios persecutorios. Esto puede durar varias semanas, al cabo de las cuales la persona usualmente se recupera. La mayoría de las personas que usan barbitúricos nunca llegan a este estado, pero es un peligro real que no puede ignorarse sin graves riesgos.
El usuario corriente, la persona que se toma entre 1 y 3 comprimidos diarios para el insomnio o el “nerviosismo” es casi siempre emocionalmente inestable y frágil, irritable y con tendencias depresivas que lo llevan a considerar fácilmente el suicidio como una solución a los problemas de la vida corriente.
Pero dada la capacidad deestos medicamentos para producir dependencia, no es raro que una persona que los ha tomado durante un período limitado, por ejemplo para superar una crisis de insomnio, empiece luego a sentir que sin ellos “no puede vivir”.
Cuando se combinan con otros depresores del sistema nervioso central, los efectos se potencializan, es decir, se multiplican entre sí.
Ello aumenta considerablemente el riesgo de muerte por detención de las funciones vitales; la combinación de barbitúricos y alcohol es especialmente peligrosa.
Entre los jóvenes consumidores es relativamente frecuente alternar el uso de estimulantes y de depresores, con la idea de que esto “neutraliza” los efectos desagradables; naturalmente, esto es falso: lo único que se consigue es someter al organismo a grandes tensiones que pueden tener, y de hecho suelen tener, consecuencias fatales.
Sí. Los hijos de mujeres que consumen estas sustancias durante el embarazo pueden nacer adictos, y por consiguiente presentar síndrome de abstinencia: dificultades respiratorias, perturbación del sueño, irritabilidad y fiebre.
Una combinación de tratamiento médico y psicológico: el primero para desintoxicar y el segundo para ayudar a encontrar estrategias adecuadas de manejo de los problemas normales de la vida.
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